El síndrome Peter Pan

Uno de los valores que impuso la posmodernidad es la juventud y todas sus prácticas. En occidente ser joven es un ideal. Como consecuencia la etapa de adolescencia se prolongó. Para algunos especialistas, se extiende hasta los 35 años. Los psicólogos los llaman “kidults” o “adultescentes”.

Martín acaba de cumplir 30 años. Hace dos y medio que vive con su novia. Lo celebra con ella y su pequeño bebe de seis meses en casa. El festejo con amigos queda para otro día. ¿El plan? Jugar a la “Play” toda la madrugada, cargadas y gritos incluidos.
El grupo que se reunirá el próximo sábado promedia las tres décadas. Aún así, el dueño de casa es el único que ya comenzó a formar su propia familia. El resto se divide entre los que viven con sus padres y los que aún teniendo su propio espacio, todavía no actúan como adultos.
La escena que se describe puede ser la de cualquier grupo de varones de esa edad. La mayoría de las veces se identifican entre sí como “los pibes”, pero la psicología guardó otro nombre para ellos: “kidults”, la fusión de los vocablos ingleses “kid” (niño) y “adult” (adulto), la traducción al castellano, “adultescentes”, suena un poco peor.
Los “kidults” son mayormente varones que pasaron la adolescencia pero no la quieren soltar. Se pueden confundir con los llamados “Peter Pan”, en honor al personaje del clásico cuento, pero para algunos especialistas son fenómenos bien diferentes. “Son adultos que trabajan, tienen sus proyectos, consiguen desarrollarse, pero se niegan a dejar del todo sus costumbres adolescentes”, explicaba el psiquiatra Walter Ghedín en una nota de publicación reciente.

La adolescencia, cada vez más larga

La Organización Mundial de la Salud (OMS) extendió la etapa conocida como “adolescencia tardía” hasta los 25 años. Históricamente este organismo internacional limitaba este período hasta los 19 años, ahora muchos de los especialistas sostienen que esta etapa de la vida se prolonga. Hasta señalan que incluso algunos menores de 35 son adolescentes, y están quienes afirman que la adolescencia será en pocos años un término obsoleto, pues el límite tiende a extenderse año tras año.
De todas formas no parece tratarse de una cuestión cronológica. “No es que la adolescencia se extienda, lo que sucede es que pasar por todos los períodos que implica superarla, dependen de términos que no son posibles evaluar mediante factores cronológicos”, opina Federico Luis Aberastury, médico miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, y agrega: “No es que termina a los 20 o a los 30, depende de que haya solucionado ciertos recorridos”.
“El inicio de la adolescencia y su terminación tiene límites etareos difusos. No se puede decir una edad con precisión, dado que es un período de la vida en el cual se producen cambios corporales, cognitivos, en las interacciones familiares y también en las relaciones amistosas”, señala Diana Rizzatto, Vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar (SATF).
Es que según las definiciones, la adolescencia es el paso de la niñez a la adultez, la formación de la identidad en diferentes niveles. De acuerdo a los especialistas, el intenso proceso en el que el adolescente pasa de ser dependiente de sus padres a consolidar su autonomía como adulto se vuelve más lento en la actualidad. Si en las generaciones anteriores se abandonaba el hogar paterno para formar la propia familia antes de los 25, la brecha comienza a extenderse cada vez más.

La crisis de valores

Si como definen los psicólogos la adolescencia es un período de transición donde se forja la identidad, la identificación con valores es un paso necesario. En ese sentido, una de las causas de este fenómeno tiene que ver con la incertidumbre que genera el mundo en la actualidad. Los jóvenes encuentran cada vez más difícil definir su identidad. Aberastury aporta: “(Jean) Baudrllard habla de la transmodernidad como una época donde hay una caída de los valores”.
“Si nosotros tenemos una condición epocal donde están en cuestionamiento todos los valores desde los gobernantes, la Justicia, la religión, las instituciones, la adolescencia patológica se da mucho más”, sentencia y añade: “Por eso es importante que la institución donde depositamos nuestra confianza funcione”.
De hecho, si hablamos de valor, el más preciado parece ser el de la juventud. La cultura occidental no tiene como costumbre el valorar a sus ancianos, y la cuestión de permanecer siempre joven se revela no sólo en los kidults. Mujeres con cirugías, hombres que temen perder el cabello. El paso de los años no es fácil en la actualidad.
“El culto a la juventud tiene que ver en parte con esto. En nuestra sociedad la persona mayor está desvalorizada, y se idealiza la juventud como fuente de toda satisfacción y como época en la cual las condiciones físicas y cognitivas (aunque no las emocionales) están en su auge”, opina Rizzatto.

El nido lleno

Cuando los hijos se casaban o simplemente emprendían su vuelo propio hacia un dos ambientes en el centro, la mamá lloraba y recordaba aquellos momentos en que la casa era risas, juegos y pequeños corriendo por el patio. El marido, más aliviado en realidad, la consolaba en el umbral de la habitación de los chicos. Pronto llegarían los nietos, y lo que la madre extrañaba volvería con más fuerza.
La actualidad parece algo diferente. Madres y padres se quejan de que uno o varios de “los chicos” todavía están en casa. Aún más: con el hijo en el hogar viene su pareja. Ya comienzan a ser demasiados.
En los últimos años, los medios de Estados Unidos señalan que el 36% de los jóvenes de ese país viven en casa de sus padres, muchos volvían de la Universidad a instalarse con ellos.
En nuestro país no hay cifras tan recientes, pero según datos del Indec, por ejemplo en la provincia de Buenos Aires, de algo más de 13 millones de personas que habitan en hogares multifamiliares, cerca de 734 mil son hijos de entre 25 y 44 años.
Las razones para permanecer en el hogar son variadas: la economía, la comodidad o no aceptar las responsabilidades que eso implica.
Para Rizzatto “el cambio en la educación obligatoria, ha retardado el ingreso al mercado laboral”. “Antes el padre, por ejemplo artesano, enseñaba a su hijo su oficio, y éste comenzaba a trabajar a su lado y bajo su guía, o si el padre trabajaba en una industria era muy probable que el hijo tuviera mayor facilidad de ingreso a la misma. Ahora se necesita secundario completo en cualquier trabajo”, indica.
La evolución del mercado laboral no es un dato menor. Se vuelve cada vez más competitivo, por eso los hijos de los sectores medios que pueden acceder a la universidad en la mayoría de los casos, siguen estudiando posgrados, capacitándose y eso retrasa la llegada del primer empleo estable.
En muchos casos, la economía es determinante. Aún teniendo trabajo y siendo profesional, el sueldo no alcanza.

La familia

Una de las instituciones sociales que más cambió en el último siglo es la familia. El padre jefe de hogar, máxima autoridad de la casa, le dejó paso a un estilo de familia más “democrática”.
“Otro factor importante es el cambio en los vínculos interpersonales que han hecho que las relaciones familiares se hayan democratizado de modo que se acepta que los jóvenes tomen sus propias decisiones aún viviendo en la casa paterna”, señala la vicepresidente de SATF, y ejemplifica: “hoy en día la mayoría de las familias admite que los novios se queden a dormir”.
Pero no es sólo un tema práctico el que se pone en juego. “A veces esta democratización no tiene límites muy claros y los padres no saben qué hacer si, como fundadores de esa familia, ellos tienen que decidir que está permitido y que no en esa casa”, completa.
Respecto a la extensión de la estadía en la casa de la infancia, el miembro de APA, utiliza un refrán popular: “la culpa no es del chancho sino de quien le da de comer”.

Una de las causas de este fenómeno tiene que ver con la incertidumbre que genera el mundo en la actualidad. Los jóvenes encuentran cada vez más difícil definir su identidad.

Rizzatto coincide y se explaya: “La prolongación de esta etapa también tiene que ver con que los jóvenes pueden hacer lo que quieren con un mínimo de responsabilidades a su cargo porque tienen vivienda, alimentos, salud cubiertas”. Según la psicóloga esto “hace que evidentemente no tengan demasiados incentivos para levantar vuelo”.
“Un factor fundamental de la autonomía es la independencia económica, aunque hoy día no es como en los años ´60 que la independencia pasaba directamente por tener suficientes ingresos como para que vivir en otro lugar que no fuera la casa paterna y poder cumplir muchos de sus deseos, sin estar sujetos a prohibiciones o restricciones según el criterio de los adultos”, explica.
En ese sentido los especialistas consideran que las claves para evitar la formación de este tipo de personalidades están en la crianza.
Los padres sobreprotectores suelen terminar teniendo hijos Peter Pan. Los hijos deben tener responsabilidades progresivas según su edad, para que comprendan que además de derechos también cuentan con obligaciones.
En esa misma línea, Aberastury insiste con el problema de los valores: “Hay factores muy complejos para este comportamiento, pero influiría en todo esto una cierta condición epocal en donde el trabajo no es planteado como valor, sino la vida fácil”.
La vida fácil se traduce en tener casa y comida aseguradas y en caso de trabajar, gastar el sueldo en uno mismo.
Los kidults son acaso, los protagonistas de la cultura del consumo: ropa, tecnología, videojuegos. Siempre con la comodidad de que al salir de la habitación los espera un plato de comida casera materna.
Para finalizar, Rizzatto apunta: “Si los padres trasmiten valores en relación con la autonomía y la independencia y enseñan a tolerar la frustración, postergando o sustituyendo deseos es difícil que el/ la joven quiera permanecer en una franja etarea a la que está lejos de corresponderle”.

Peter Pan y las relaciones

Cuando comenzó a extenderse la etapa adolescente surgió el “Síndrome de Peter Pan”. La psicología aceptó este término luego de la publicación del libro titulado The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grown Up (1983) -El síndrome de Peter Pan, hombres que nunca crecieron-, escrito por el Dr. Dan Kiley. El nombre proviene del personaje de la literatura infantil creado por James Mattews Barrie.
Peter Pan era un niño que había abandonado su casa para vivir en el “País de Nunca Jamás”, lugar donde los niños no crecían y podían seguir disfrutando de la libertad de su condición
“El eterno Peter Pan es el que no asume los roles adultos. Lo que diferencia a un adolescente de un adulto es que el primero tiene poca capacidad de espera: quiere todo ya, es inmediato y no mira hacia el futuro. El adulto mira para adelante porque empieza a planificar un horizonte y tiene la capacidad de conocer las limitaciones que se van planteando a medida que pasa el tiempo”, afirma la Licenciada en psicología Beatriz Bizzotto.
Los hombres Peter Pan no gustan de comprometerse con nada, y eso es algo que sufren especialmente las mujeres. Los jóvenes de estas características temen tomar las responsabilidades, dejar de ser niños para convertirse en adultos y ser padres. El problema está en el compromiso, comprometerse es elegir y elegir significa perder. Una característica notoria de este síndrome es que no se quiere perder nada.
Aunque este fenómeno no es privativo de los hombres, si son ellos la mayoría de los casos. Llegada determinada edad, la mujer comienza a ser asediada por el reloj biológico y comienza a exigir compromiso de parte de su novio, muchas veces el que traen desde la secundaria. A veces, la consecuencia, es la separación.
Esta situación se refleja en la película 20.000 besos, de Sebastián De Caro. En el largometraje se sigue la historia de Juan, un treinteañero recién separado y su grupo de amigos que confiesa “haberlo extrañado” durante su relación de pareja. Juan y sus amigos andan en skate, van a fiestas de disfraces, toman cerveza en una plaza y terminan siendo compañeros de salidas de un grupo de chicas de veintipico.
Bien explica Juan su situación “estaba viviendo con una señora”, confiesa. Juan estaba viviendo con una mujer de su edad, simplemente.
La banda sonora de la película también refleja la cuestión: “esta vez, pensás en buscar marido… ya no corre más la versión mejorada de un buen escolar”, dice la canción que da título a la película.
La “versión mejorada de un buen escolar” es un kidult que atrae a las mujeres. Cierta desprecoupación tal vez, o un aire de rebeldía los vuelve irresistibles.
En el cuento de Peter Pan también hay otro personaje importante: Wendy, la hermana mayor de los chiquitos que se van con Peter Pan, que actúa las veces de madre. Según los especialistas, este personaje refleja otro síndrome, pero para las mujeres: se trata de aquellas que actúan como madres de este tipo de hombres. “Hacen todo para evitar el rechazo afectivo de su pareja; tienen la necesidad de ser aceptadas. Sus conductas llevan implícitas un complejo de inferioridad que las lleva a perdonar y a justificar todo, aunque sufran y no les guste”, describe la psicóloga Adriana Guraieb.
Kidults, Peter Pan, adolescentes eternos. Tengan el nombre que tengan, la juventud se extiende cada vez más. El miedo al paso de los años, la falta de identificaciones en la cultura, la economía, la comodidad. Diversos factores influyen.
Martín terminó su festejo de sábado y Play. Ya es domingo y cerca del mediodía se despierta para recibir a su mujer y a su hijo. Su vida de adulto, comienza otra vez. ©

TXT: Grupo Editorial Metro . FOTOS: Web

Comments are closed.