En una era marcada por la instantaneidad y la omnipresencia comunicacional, donde las largas esperas se vuelven inconcebibles, la vida colectiva e individual de las personas se ve afectada por el uso de las nuevas tecnologías.
La mediatización digital está modificando la forma en que compramos productos, leemos, aprendemos, nos informamos y nos relacionamos con el otro. En la era las nuevas tecnologías, donde prima la instantaneidad y las largas esperas se vuelven inconcebibles, los vínculos sociales también se ven alterados.
El presidente del Colegio de Sociólogos de la Provincia de Buenos Aires (CPSBA) Pedro Damian Orden, explica que «a lo largo de nuestra historia, los vínculos entre las personas se han ido transformando en función de la incorporación de la técnica (o tecnología) a las prácticas sociales». «La característica fundamental de este nuevo momento de la comunicación, basado en Tecnologías de Información y Comunicación (TICs), es que los sujetos hemos adquirido los recursos y medios técnicos para duplicar nuestra vida social digitalmente. Esto implica un estado de omnipresencia comunicacional (estamos todo el tiempo comunicando o comunicándonos) jamás antes visto en la historia, lo cual plantea profundas implicancias en la vida colectiva e individual de las personas», asegura Orden.
El presidente del CPSBA señala que desde una perspectiva colectiva se observan «cambios a nivel político: se transforman las formas de comunicar entre el Estado y la ciudadanía gracias al auge de las redes sociales; la gestión pública se tecnifica favoreciendo la racionalización de procesos administrativos, lo cual deviene en ahorros significativos de tiempo de vida para los ciudadanos; y cabe pensar también que las herramientas comunicaciones posibilitan la rápida organización y difusión de actividades políticas a nivel de base».
Orden sostiene que «otra modificación a escala colectiva es la que puede observarse en el campo cultural, el cual también se ha visto fuertemente conmovido por la adopción masiva de la tecnología por parte de las personas». «Quizás hoy el caso paradigmático sea el de la decadencia de las audiencias televisivas o radiofónicas por el auge y la practicidad de otras formas de consumo cultural, favorecido por aplicaciones como YouTube, Netflix y Spotify, entre otras», afirma el sociólogo.
En paralelo a los cambios a nivel colectivo, la transformación también se da en el orden individual de los sujetos. Orden señala que en la actualidad «todos estamos permanentemente conectados a través de nuestro teléfono inteligente, lo cual naturalizamos, pero hace no treinta, sino quince años, esto era prácticamente impensable». «La conectividad individual potencia la socialización entre las personas, aunque extrañamente, según estudios internacionales las gente se siente más sola y aislada que en otras épocas», expone el presidente del CPSBA. Según el sociólogo, «la paradoja es que al ampliarse y tecnologizarse casi todos los aspectos de la comunicación, ello no implica necesariamente el desarrollo de vínculos sociales o lazos humanos firmes, tales como el compromiso, la confianza, el conocimiento o el afecto, es decir, instancias procesuales con tiempos lógicos de maduración. En contrapartida, la esencia de la comunicación del siglo XXI es la circulación fugaz de un sin número de palabras y contenido».
Comunidades virtuales
El presidente del CPSBA vincula a las comunidades virtuales con la existencia de un espacio digital colectivo, una instancia grupal que tiene entidad y soporte gracias a Internet. Para el sociólogo, una comunidad virtual «está destinada a nuclear personas en función de determinados intereses compartidos», como apasionados de los autos, cocineros veganos, simpatizantes de un club de fútbol o una banda de música, militantes de un partido político y fanáticos religiosos, entre otros.
«La circulación por este tipo de comunidades, en caso de funcionar como genuinas comunidades, favorece el encuentro y la socialización, tanto digital como personal, entre gente que en otras condiciones sería más complejo de conocer», evalúa Orden. Y agrega: «En términos ideales las comunidades virtuales son espacios de enriquecimiento personal y colectivo».
Uu cambio de percepción espacio temporal
«La difusión de tecnologías móviles de comunicación está transformando nuestras percepciones del tiempo y el espacio», afirma Carlos Scolari en el libro «Hipermediaciones. Elementos para una teoría de la comunicación digital interactiva». Scolari, profesor e investigador del Departamento de Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona, sostiene que «todos vivimos (¿sufrimos?) en mayor o menor medida una aceleración de nuestras actividades y ritmos cotidianos. A esta experiencia subjetiva de aceleración se le debe agregar una fragmentación concreta de las comunicaciones».
Según el autor de Hipermediaciones, «ahora nos comunicamos más pero con mensajes más breves». El aumento de la cantidad de mensajes (sms o posts) es paralelo a la disminución de su duración, lo que «genera un sentido subjetivo de fragmentación y velocidad tanto en fase de producción como en la de consumo comunicacional», advierte Scolari, pero resalta que «la brevedad de las comunicaciones no implica una reducción del tiempo dedicado a comunicar».
Esta nueva dimensión temporal se complementa con una vivencia espacial distinta. Al no depender de una conexión fija a la red, los dispositivos móviles «resignifican conceptos como proximidad, presencia o movilidad», expone el investigador de la UPF.
La incorporación de las tecnologías móviles en nuestra vida cotidiana hizo que en los últimos años se modifique el modo de relacionarnos con el otro. Al llamar a alguien al celular, la primera pregunta deja de ser «¿Cómo estás?» y pasa a ser «¿Dónde estás?». Scolari sostiene que «el hecho de poder estar siempre disponibles, en cualquier momento y en cualquier lugar, transforma la gestión de las actividades y la regulación del ciclo vital social».
Para Julián (32), el uso de celulares trajo aparejado un control sobre el otro. «Antes, le decías a tu vieja: ‘Me voy a jugar a la pelota con los pibes, vuelvo a tal hora’, y recién se empezaba a preocupar si se hacía la hora y no aparecías. Ahora, si te llaman y no atendés, ya se preocupan», comenta el jóven. Y agrega: «A eso sumale que hay aplicaciones que permiten ver tu última conexión, como WhatsApp. Entonces, si te escriben, ven que te conectaste y no les respondiste, la preocupación se convierte en desesperación o en bronca, dependiendo de quién sea y qué te diga».
Por otra parte, Marisa (28) se pregunta qué hacer con los mensajes de WhatsApp que le envía su jefe después del horario laboral. En algunos casos, el hecho de estar siempre disponible parece diluir la frontera entre el horario laboral y el de ocio propio. «Cuando es viernes a la noche y me mandan un mail o un mensaje solicitándome un informe para el lunes, tengo ganas de tirar el celular bien lejos», expresa la joven.

Una extensión de la mano
En el caso de los niños, niñas y adolescentes, la tecnología atraviesa su existencia e impacta en sus modos de conocer, aprender, expresarse, divertirse y comunicarse. Para los jóvenes, que construyen su identidad interactuando en la vida real y en la virtual, los medios digitales son un modo habitual de comunicarse e relacionarse con el mundo.
El estudio «Kids Online/ Chic@s Conectados. Investigación sobre percepciones y hábitos de niños, niñas y adolescentes en internet y redes sociales» realizado por Unicef revela que al 2016 en Argentina había «más de 13 millones de niños, niñas y adolescentes de los cuales, 6 de cada 10 se comunican usando celular y 8 de cada 10 usan internet». La investigación forma parte de la iniciativa Global Kids Online (GKO), que busca fortalecer el conocimiento sobre el acceso, oportunidades, riesgos y seguridad de niños, niñas y adolescentes en relación con los medios sociales e Internet. Los resultados señalan que «el promedio del primer ingreso a la web es a los 11 años, una edad que está en descenso y varía según el nivel socioeconómico de las familias». Entre los chicos de nivel socioeconómico alto el ingreso es a partir de los 7, mientras que entre los chicos de nivel socioeconómico bajo es a partir de los 11.
A la hora de navegar en Internet, el estudio demostró que «el teléfono móvil es el dispositivo más utilizado» por los jóvenes, frente a la computadora de escritorio y la notebook que se emplean cada vez menos y para objetivos puntuales, como resolver una tarea escolar. En cuanto a los lugares de conexión, los jóvenes «usan Internet en sus casas, preferentemente en sus habitaciones donde tienen privacidad». La conexión en movimiento es más frecuente entre los adolescentes de nivel socio económico alto, pues tienen mayor acceso a celulares con paquetes de datos.
Según Unicef, el 47 por ciento de los adolescentes que utilizan redes sociales configuran su perfil de manera que todo el mundo pueda verlo, mientras que el 33 por ciento la configura de manera que solo sus amigos lo puedan ver.
Las redes sociales son herramientas que en torno a las cuales se crean comunidades virtuales donde los sujetos interactúan y se expresan. Cada red social ofrece una manera concreta de relacionarse con el otro. Facebook, Youtube, Instagram, Twitter y TikTok se volvieron indispensables para la mayoría de adolescentes. Cuando algunas pasan de moda, surgen otras nuevas que las reemplazan.
Si bien Facebook es la red social más extendida entre los adolescentes, «su crecimiento intergeneracional es un problema para los jóvenes, que prefieren canales de contacto con sus pares que excluyan a familiares mayores», como TikTok. Esta última fue identificada como «la más nueva y privada, destinada solo a compartir fotos e historias entre círculos de amigos preexistentes», mientras que WhatsApp fue mencionada como «la principal vía de comunicación instantánea con los amigos, desplazando al chat de Facebook«. WhatsApp adopta «un rol de organizador» de salidas, de debates e intercambios en grupo, y posee la ventaja de «ser masivo, pero a la vez privado». Además, al encontrarse en el celular, permite estar «en línea» siempre.
Lo que antes pertenecía al ámbito de lo privado, ahora es expuesto en las redes sociales. Según Unicef, el 47 por ciento de los adolescentes que utilizan redes sociales configuran su perfil de manera que todo el mundo pueda verlo, mientras que el 33 por ciento la configura de manera que solo sus amigos lo puedan ver.
El amor en los tiempos de redes Sociales
El control sobre uno mismo y los demás que deriva del uso de las nuevas tecnologías y redes sociales produce, en algunos casos, depresión, ansiedad, problemas de sueño e inseguridad. Los científicos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) Gino Germani Maximiliano Marentes, Mariana Palumbo y Martín Boy estudiaron la espera en las relaciones amorosas en jóvenes heterosexuales de clase media del Área Metropolitana de Buenos Aires que utilizan Facebook y WhatsApp. En el informe especial «Me clavó el visto: cómo las nuevas tecnologías pueden generar control y violencia o potenciar el amor» Palumbo sostiene que «las redes no son negativas: con ellas la gente se suma, se relaciona, se recontra erotiza. Solo que a veces, como permiten tanto control también hacen que el sujeto se descontrole más: nos hacen sentir que el otro no está haciendo lo que se espera». «Antes había más paciencia y era imposible estar sobre el otro (…) Las esperas en los vínculos eran irremediablemente tediosas: se mandaba una carta que tardaba días o semanas, y luego la respuesta que tardaría otro tanto. Ahora, con la tecnología, las esperas ya no concilian con la idea de tiempos largos», explica Boy y afirma que hoy existe una «necesidad de inmediatez».
Marentes coincide en que hoy en día «hay muchas formas de mitigar y derribar esa espera. Pero a la vez es un engaño: creemos que podemos romper esa espera rápidamente, pero como a la vez no se rompe, si yo puedo ver que el otro no me está respondiendo, se fabrican otras esperas, más dolorosas».
Daniela, una de las jóvenes entrevistadas por los investigadores, afirmó discutir con su pareja por distintos motivos: «Me clava el visto en el WhatsApp, no me responde los mensajes de texto o no me llama por teléfono y eso me enferma». No ser el centro de atención del otro genera conflictos. Apenas ella le envía el mensaje, comienza la espera. «Daniela puede ver si él recibió el mensaje dado que las redes sociales nos informan el horario exacto de la última conexión y si el destinatario lo leyó o no (hoy en día los/as usuarios/as pueden deshabilitar esta opción, pero en el momento de la entrevista esto no era posible). De este modo, estas nuevas tecnologías habilitan una forma de poder para quien hace esperar y de control para quien espera porque estará pendiente de que responda», detallan los miembros de Conicet.
La primera espera de Daniela, marcada por el estado anímico de la ansiedad, de no saber si él leyó el mensaje o no, termina cuando aparecen las dos tildes azules. Entonces, nace una nueva: esperar que él decida responder el mensaje. Los especialistas observan que, en la segunda etapa de espera, «Daniela se siente desvalorizada y esto le genera enojo». Cuando su novio aparezca, ella actuará tal como hizo él.
Por otra parte, los investigadores sostienen que «la promesa de fidelidad se puede romper si veo que mi pareja puso un ‘me gusta’ a otra persona potencialmente ‘peligrosa’ para el vínculo. O porque nos permiten tener información sobre los movimientos del otro: cuándo fue la última vez que tuvo el teléfono a mano, a qué distancia se encuentra de mí».
Pero las redes sociales no sólo ofician de informantes, sino que también permiten que los amantes se sientan próximos a pesar de las distancias físicas.
Para bien o para mal, las nuevas tecnologías implican un estado de omnipresencia comunicacional que impacta en la vida colectiva e individual de las personas. Lo cierto es que se trata sólo del principio de una nueva era con un gran potencial por descubrir. ©
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