Dublín, la capital de Irlanda, es uno de los destinos ideales para dedicarle unas vacaciones en profundidad. Fundada por los vikingos en el año 841, les permite a sus viajeros perderse en la historia de sus calles desde su arquitectura.

Cada vez son más los viajeros que deciden elegir un solo destino para sus vacaciones, pero que sea lo suficientemente amplio de actividades para entretenerlos durante su estadía; y Dublín, la capital de Irlanda, ubicada cerca del centro de la costa este sobre el mar del país es uno de los destinos ideales para dedicarle unas vacaciones en profundidad.
Debido a que fue fundada por los vikingos en el año 841 como base militar y centro de comercio de esclavos, Dublín les permite a sus viajeros perderse en la historia de sus calles desde su arquitectura. Un viajero en su primer día en la capital irlandesa no puede dejar de recorrer sus calles para maravillarse con la historia que estas cuentan.
Para aquellos fanáticos de construcciones antiguas las iglesias no pueden quedar fuera de su recorrido arrancando por la de San James. Esta iglesia, que hoy tiene sus puertas cerradas, fue fundada en 1707. Durante la Edad Media fue un lugar de peregrinación a la zona donde se encuentra actualmente. En 1859 comenzó la construcción del exterior que hoy está de pie para que los viajeros puedan admirar.
Una de las siguientes paradas para aquellos fanáticos de las construcciones religiosas es definitivamente la Catedral de San Patricio, la iglesia más grande de la ciudad dedicada al santo patrón de Irlanda. Se dice que su ubicación era el lugar donde el santo bautizaba a los paganos para convertirlos al cristianismo. Esta construcción gótica que data de 1191 tiene un enorme campanario visible desde muchos puntos de Dublín, pero lo que más atrae a los turistas es su interior: sus ornamentos, decoraciones y esculturas dan un repaso de la historia del edificio y la ciudad que lo alberga.


Las espectaculares vidrieras, una pila bautismal de la época medieval en muy buen estado, la estatua del canónigo y escritor Jonathan Swift, conocido mundialmente por su libro Los viajes de Guilliver, sus restos que descansan en la catedral son algunos de los tesoros que llaman a viajeros de todas partes del mundo a detenerse en Saint Patrick.
La siguiente parada para viajeros fanáticos de las construcciones antiguas es Trinity College la universidad más antigua de Irlanda. Construida en 1592 por Isabel I con el objetivo de ofrecer un espacio de estudio para los protestantes irlandeses, consiste en un campus de 16 hectáreas con campo de deporte y un amplio espacio verde. Por sus pasillos han pasado importantes figuras como Samuel Beckett (el importante dramaturgo francés) y Jonathan Swift, a los cuales el viajero puede visualizar caminando por los senderos adoquinados y jardines que la ciudad sigue manteniendo en perfecto estado.
Una parada obligada de la universidad es «Old Library» una de las bibliotecas públicas más hermosas del mundo, que cuenta con una sala de lectura sin precedentes. Cualquier turista que disfruta de sacar fotos únicas se deslumbrará al ver la sala especial de esta biblioteca donde se exponen más de 200.000 libros únicos y antiguos, e incluso, algunas ediciones de literatura universal que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo, entre ellos el libro de Kells un popular manuscrito del Nuevo Testamento en latín que fue escrito en el 820 y que ostenta unas ilustraciones celtas que ninguna otra edición puede presumir.
Pero Dublín no es sólo conocido por sus piezas arquitectónicas y culturales sino también por su increíble vida nocturna, una de las mejores de toda Europa. Muchos turistas llegan a la capital irlandesa en busca de divertirse en los pubs y esta es una de las razones por la que cualquier día de la semana es bueno para salir de fiesta en Dublín.


La mejor zona para descontracturar con un poco de alcohol es Temple Bar ubicada entre el Río Liffey y Dame Street. Llena de pequeños pubs y boliches más estilo discoteca, es una zona donde se puede disfrutar de las distintas versiones nocturnas que ofrece la capital de Irlanda. Desde tomar una cerveza en un bar típico a ir a bailar y conocer la noche probando la suerte irlandesa.
Para los turistas fanáticos de la cerveza una visita a la fábrica Guinness es un recorrido casi obligado. Fue en 1759 que Arthur Guinness firmó un increíble contrato de alquiler por 9000 años para establecer en ese lugar una cervecería, si esto fue un visionario o si simplemente tuvo suerte la realidad es que la Cerveza Guinness se convirtió rápidamente en una de las fábricas más importantes en su rubro no sólo en Irlanda sino del mundo también.
Al entrar a la fábrica una de las primeras cosas que el viajero puede ver es ese mismo contrato que dio el primer paso a la historia que le precedió.
Además de poder observar la sala dónde se produce la cerveza, los realmente fanáticos tendrán la oportunidad de ver cómo fue creciendo y transformándose tanto la producción como el transporte de la misma, podrán divertirse con distintos juegos interactivos y cerrar la visita (y por qué no su viaje) con un broche de oro: tomar una pinta Guinness en la azotea del Gravity Bar, un alucinante pub con las mejores vistas de la ciudad. ©

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