Si alguna vez te preguntas “¿Por qué debería ir a Petra?”, la respuesta es simple: porque es como un parque temático antiguo, pero mejor, ¡porque es real!

Imagina viajar en el tiempo al corazón del desierto jordano, donde encuentras Petra, la joya antigua esculpida en las rocas. Fundada por los nabateos allá por el siglo VI a.C., esta ciudad es como un laberinto de tesoros históricos.
Petra, la ciudad rosa de Jordania, tiene una historia que hace que las películas de aventuras parezcan aburridas. Fundada por los nabateos en algún momento del siglo VI a.C., esta civilización no solo eligió un lugar en medio del desierto para establecerse, sino que también decidió esculpir su ciudad directamente en las rocas.
Petra significa “excavada en piedra” en griego. En efecto, esta ciudad ubicada en un angosto valle, una de las siete maravillas modernas del mundo, está literalmente tallada en la roca. Petra, o Raqmu, como la llamaban los nabateos, sus segundos pobladores, es uno de esos enclaves que dejan sin palabras cuando se visita por primera vez. En la región montañosa de Edom, en el desierto jordano, Petra fue levantada por los edomitas en el siglo VIII a.C. y alcanzó su máximo esplendor bajo el dominio nabateo, a partir del siglo VI a.C, gracias a su ubicación en medio de una ruta comercial.
En su apogeo, Petra era una joya del comercio, conectando las rutas de la seda y especias. Los nabateos eran unos maestros del agua, canalizando hábilmente los recursos para transformar el desierto en un vergel. Pero no te dejes engañar por el oasis, porque Petra también era un centro religioso, con templos y santuarios dispersos por la ciudad.

Petra fue un crisol de culturas y comercio, siendo un punto clave en las rutas de caravanas que cruzaban el desierto.

 Desde los nabateos que esculpieron su legado en las rocas hasta el abrazo del Imperio Romano y la caída en el olvido, la historia de Petra es un verdadero épico. Pensar en la vida en el siglo VI a.C., cuando los nabateos decidieron que esculpir en roca no era suficiente, ¡querían construir su ciudad entera así!
Petra fue un crisol de culturas y comercio, siendo un punto clave en las rutas de caravanas que cruzaban el desierto. Los nabateos, ingenieros maestros, canalizaron el agua y transformaron el árido paisaje en un paraíso.
El pueblo nabateo tuvo muy en cuenta los movimientos del sol y de los astros a la hora de construir sus edificios. Así, algunos de las construcciones más importantes de la ciudad están orientadas teniendo en cuenta los equinoccios, solsticios y otros acontecimientos astronómicos. Un claro ejemplo es el famoso Monasterio, que durante el solsticio de invierno la luz del sol entra por la puerta e ilumina directamente el altar mayor, el motab.
También la tumba de la Urna cuenta con un fenómeno parecido, pues su puerta se alinea con el sol durante los equinoccios y durante los solsticios el sol señala las esquinas interiores del edificio.
Petra se convirtió en parte del Imperio Romano en el siglo II d.C., y su arquitectura se mezcló con influencias romanas, creando un crisol de estilos únicos. Petra se integró al Imperio Romano, fusionando sus estilos arquitectónicos y convirtiéndose en un epicentro de la región.
Después, como si alguien apagara la luz, Petra cayó en el olvido durante siglos, conocida solo por los locales. El tiempo, no obstante, fue implacable. Petra desapareció y quedó enterrada en la historia hasta que a principios del siglo XIX que un explorador suizo, Johann Ludwig Burckhardt, la “redescubrió” para el mundo occidental. Ahora, caminar por las calles de Petra es como ser un explorador de la antigüedad, descubriendo tesoros escondidos en cada esquina.
Después de la “era de descubrimiento” por Burckhardt en el siglo XIX, Petra comenzó a revelar más secretos. Las excavaciones arqueológicas modernas han desenterrado teatros, templos y complejas instalaciones hidráulicas que revelan la destreza técnica de los nabateos.
A Petra también se le conoce como “la ciudad perdida” no solo porque así lo estuvo durante siglos, desde el siglo VI d.C cuando sus habitantes abandonaran la ciudad hasta que fue re descubierta en el siglo XIX por Burckhardt, sino también porque quedó oculta bajo la arena. Tormentas de arena, los terremotos y las numerosas inundaciones la fueron enterrando poco a poco hasta tal punto que tan sólo el 20% de la ciudad es actualmente visitable, aunque las excavaciones continúan desenterrando edificios.


Tormentas de arena, terremotos y numerosas inundaciones la fueron enterrando poco a poco hasta tal punto que tan sólo el 20% de la ciudad es actualmente visitable.

El cañón que la protege y la mantuvo oculta durante siglos también conserva alguna sorpresa. Entre ellas, algunos relieves y esculturas que atestiguan la esencia comercial de los nabateos. En estas creaciones se distinguen mercaderes, camellos y diferentes objetos que demuestran que Petra no fue una casualidad ni un hecho aislado: fue la máxima expresión de una sociedad culta y cosmopolita.
La ciudad, con sus intrincados sistemas de canales y cisternas, destacaba por su habilidad para aprovechar cada gota de agua en un entorno desértico. Caminar por Petra es como seguir la pista de un antiguo ingeniero maestro que transformó la adversidad en oportunidad.
Uno de los descubrimientos más asombrosos fue el Monasterio de Ad-Deir, en lo más alto de una montaña. Acceder a este coloso requiere un desafío, pero la recompensa es una vista impresionante y una conexión tangible con la grandeza de Petra.
Hoy, Petra no solo es un monumento en la historia, sino también un testimonio de la habilidad humana para adaptarse y prosperar en condiciones aparentemente inhóspitas. Cada excavación revela más capítulos de esta increíble historia que se desarrolla en piedra.
Al contrario de lo que muchos creen, la ciudad de Petra no fue construida en piedra sino excavada y esculpida en la roca, formando un conjunto monumental único que le valió para ser incluido en la lista de Patrimonio de la Humanidad en 1985. Y es que los trabajos debieron ser muy arduos, pues en esta ciudad llegaron a vivir más de 30.000 personas.
Uno de los hallazgos más sorprendentes cuando se visita esta maravilla es el teatro, una virguería arquitectónica excavada en la roca. Al principio se creía que esta construcción del siglo I era de origen romano, pero lo que hicieron estos fue remodelar y perfeccionar lo que los nabateos ya habían construido. Lo más sorprendente son sus gradas, perfectamente talladas en la falda de la montaña y donde se calcula que se juntaban 5.000 espectadores.

Petra es, básicamente, el Disneylandia de los amantes de la historia.

El complejo arqueológico de Petra es, básicamente, el Disneylandia de los amantes de la historia. Desde que se entra por el estrecho desfiladero de Siq, uno se queda boquiabierto. Las paredes rocosas se cierran, y de repente, ¡boom!, aparece el icónico tesoro, Al-Khazneh, como si fuera un regalo del pasado. Es un teatro de maravillas tallado en la misma roca.
Pero hay más. Se puede caminar por las antiguas tumbas reales, explorar los restos del Gran Templo y sentir la energía en el anfiteatro. Y si eres de los que buscan subir un nivel, súbete a la colina para llegar al Monasterio de Ad-Deir. La vista desde allí es como el premio gordo después de una emocionante aventura. Imperdible. ©

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