El sol baña las calles de Estambul, una urbe que se despliega a lo largo del Estrecho del Bósforo, trazando su esencia en dos mitades:  una en Europa y otra en Asia.

El viajero llega a Estambul, una metrópolis enigmática que se alza como la joya más grande de Turquía. A medida que recorre sus calles vibrantes, navega por las aguas del Estrecho del Bósforo, que divide dos continentes, y explora las majestuosas mezquitas que cuentan siglos de historia, se sumerge en una experiencia única.
Remontándonos a sus orígenes, la ciudad fue conocida como Bizancio hasta el año 330. Más tarde, desde el 330 hasta el 1453, se la reconoció como Constantinopla. No fue sino hasta el 28 de marzo de 1930 que recibió su nombre actual: Estambul.
El viajero se adentra en las callejuelas, donde las mezquitas venerables se entremezclan con los fragmentos de las robustas murallas que protegían a Constantinopla. El bullicio de la vida cotidiana lo envuelve, con mujeres ataviadas con turbantes o pañuelos islámicos que se destacan entre la multitud.

Aromas y especias entrelazados

La primera parada de este viaje nos lleva al Bazar de las Especias, también conocido como Bazar Egipcio, ubicado junto al icónico Puente de Gálata. Su nombre evoca el pasado cuando Estambul marcaba el final de la ruta de la seda, importada desde Egipto, y se convertía en el epicentro de distribución en Europa.
Un derroche de colores abraza el bazar en su forma de “L”, siendo un rincón que seduce todos los sentidos. El aroma de las especias, los dulces y las frutas invitan a una experiencia gustativa única. El viajero se deleita con las delicias turcas, conocidas como lokum, pequeñas piezas de gelatina que despiertan sabores únicos y evocan aromas de lejanas tierras.

Inspiración en “Las mil y una noches”

En el ambiente mágico de Estambul, la serie televisiva “Las mil y una noches” toma vida, narrando la historia de amor entre Onur Aksal, dueño de Binyapi, una constructora, y la arquitecta Sherezade Eviyaoglu. Este relato cautivador trasciende la pantalla y despierta la curiosidad por Turquía y su cultura entre los argentinos.
El éxito de la serie ha llevado a la creación de tours inspirados en la novela, ofrecidos por diversas agencias de turismo. Ahora, los viajeros pueden explorar los mismos lugares encantadores que los personajes de “Las mil y una noches”. Según un informe de Turkish Airlines, Estambul es el tercer destino preferido en Europa y el séptimo a nivel mundial. Las agencias argentinas reportan un aumento significativo en la demanda de viajes a Turquía, cuadruplicando en los últimos meses.
Cortos o prolongados, estos tours buscan sumergir a los viajeros en la cultura turca y en los escenarios que dieron vida a la novela. La experiencia incluye alojamiento en los mismos hoteles frecuentados por los personajes, cenas en restaurantes y bares emblemáticos de la serie, y recorridos por los paisajes que han capturado la imaginación de tantos. Visitar la tienda de cuero de don Burhan Evliyaoglu en el antiguo bazar Tashan, con la española Pilar como propietaria, es una oportunidad única. Además, navegar por el Bósforo para admirar las majestuosas residencias de los protagonistas completa esta experiencia mágica. La oferta es variada y cada vez más argentinos buscan sumergirse en la fascinación de “Las mil y una noches”.

La ciudad fue conocida como Bizancio hasta el año 330. Desde el 330 hasta el 1453, se la reconoció como Constantinopla. No fue sino hasta el 28 de marzo de 1930 que recibió su nombre actual: Estambul.

Navegando el Bósforo

Dejando atrás el mercado, el viajero se encamina al muelle para embarcar en un crucero por el Bósforo. Este pequeño viaje ofrece vistas panorámicas de ambas orillas: Europa al oeste y Asia al este. El estrecho está salpicado de casas, palacios y puentes emblemáticos como el Bosphorus (1074 metros de longitud) y Fatih Sultan Mehmet (1090 metros de longitud). En este recorrido, el Palacio de Beylerbeyi, majestuosamente situado en la orilla asiática, cautiva con su elegancia y grandeza.
Después del viaje, el viajero se deleita con un almuerzo en un restaurante típico turco.

Palacio de Beylerbeyi y su majestuosidad

La tarde despierta el interés del viajero por el Palacio de Beylerbeyi, ubicado en el homónimo barrio, cuyo nombre en turco significa “señor de señores”. Construido entre 1861 y 1865 por orden del Sultán Abdülaziz, este palacio estaba destinado a ser una residencia de verano, y sus terrenos abundan en estanques, fuentes y piscinas.
La estructura cuenta con tres entradas principales, seis amplias salas y veinticuatro habitaciones exquisitamente decoradas, todo rodeado por un magnífico jardín. Aunque su interior deslumbra, la vista del palacio desde el Bósforo es verdaderamente sobrecogedora.
La tarde se colma con el sabor de un café turco acompañado de baklava, un dulce de masa filo relleno.

La Mezquita Azul y su elegancia

El siguiente día, el viajero se adentra en la Mezquita Azul durante la mañana. Erigida entre 1609 y 1616 por el sultán Ahmed I, esta obra maestra se inauguró en 1617 bajo el gobierno de Mustafá I.
A las puertas de la mezquita, un cartel señala la vestimenta adecuada para ingresar y dispone prendas para los visitantes que no estén apropiadamente vestidos. Antes de ingresar al templo, el viajero se descalza, adentrándose en un espacio que justifica su nombre: más de 20 mil azulejos azules adornan la cúpula y las partes superiores de la mezquita.
Cerca de la Mezquita Azul, el viajero se encuentra con el Hipódromo de Constantinopla, que alguna vez fuera el corazón deportivo y social de la capital bizantina. En la actualidad, el lugar se conoce como Plaza Sultán Ahmet, donde apenas quedan vestigios de la estructura original, incluido el Obelisco de Teodosio, originario de Egipto.


 

Dentro de Santa Sofía, el tiempo parece desvanecerse mientras la tenue iluminación, los grandes medallones ornamentales y las columnas monolíticas asombran al viajero.

Santa Sofía: icono de Estambul

Encumbrada en lo más alto de la ciudad, Santa Sofía es el ícono distintivo de Estambul. Emblemática de la metrópolis turca, esta estructura se erige entre los años 532 y 537, durante el mandato de Justiniano.
El viajero se alinea en la fila, esperando su turno para entrar. Esta joya del arte bizantino fue la iglesia del Patriarca entre 1204 y 1261. Conquistada por el Imperio Otomano en 1453, se transformó en mezquita. Los otomanos añadieron cuatro minaretes, una escuela teológica y una hospedería. Fue solo en 1935 que se convirtió en museo.
Dentro de Santa Sofía, el tiempo parece desvanecerse mientras la tenue iluminación, los grandes medallones ornamentales y las columnas monolíticas asombran al viajero.

El Palacio Topkapi: gloria imperial

Por la tarde, el viajero se dirige al Palacio Topkapi, un testimonio insigne de la era imperial de Estambul, simbolizando la grandeza que Constantinopla alcanzó como capital del imperio. Ubicado entre el Cuerno de Oro y el Mar de Mármara, el palacio brinda una vista esplendorosa del Bósforo.
Este complejo de edificios interconectados por patios y jardines fue comisionado por el sultán Mehmed II en 1459. Inaugurado en 1465, fue expandido por sus sucesores. Actualmente, el Palacio Topkapi se erige como un museo de la era imperial y figura entre las principales atracciones de Estambul.
Antes de despedirse de la ciudad, el viajero se dirige al antiguo bazar Tashan, donde saborea el clásico té turco.
En torno a él, turistas y comerciantes convergen en los locales que pueblan las dos plantas de la galería, originalmente una cisterna de agua.
Esta construcción, con raíces que datan de 1760, fue restaurada en 1993 con el propósito de establecer un bazar. El último bocado de lokum envuelve los sentidos del viajero, que parte hacia nuevas aventuras.
Así, el viaje por Estambul se convierte en una experiencia inolvidable, un dulce recorrido a través de la historia, la cultura y la belleza cautivante de esta metrópolis única que une dos continentes con su encanto irresistible. ©

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