Es verdad que existen ciertos parámetros que nos ayudan a orientarnos y crecer. Pero ¿Que pasa cuando los estereotipos externos nos alejan de la escencia de nuestra personalidad?
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Sabemos que las reglas son útiles en muchos momentos de la vida cotidiana, como por ejemplo la norma obligatoria de incluir a nuestros y nuestras hijas en el sistema educativo.Y existen un sinfín de normas y reglas para seguir o para orientarnos. Pero también tenemos que atender que cuando se refiere a las subjetividades, a las formas de ser y de sentir, tenemos que dejar de lado estas normativas para que cada persona pueda desplegar sus necesidades, su identidad y sus preferencias con libertad.
Para que los niños y niñas y también jóvenes encuentren sus caminos, debemos acompañar y guiar, pero siempre atentos y atentas de no imponer estereotipos rígidos.
Pero… ¿Qué es un estereotipo? Se trata de una idea, expresión o modelo de cualidades o de conducta. ¿Por qué estaría mal seguir estos tipos de formas de ser? Porque simplemente cada persona es única y presenta variaciones que imposibilitan adecuarse a estereotipos. Siempre se estaría atropellando alguna necesidad que hace a la persona auténtica y especial.
Cuando solo queremos cumplir con estos modelos delineados socialmente, nos alejamos de lo más genuino de nuestras personalidades, y perdemos el contacto con nuestro ser, por lo que probablemente en algún momento vayamos a sentir desorientación, baja autoestima y sentimiento de vacío.
Las y los adolescentes van construyendo sus personalidades, están en proceso de identificarse con lo que les interesa, ensayan formas de ser, van y vienen buscando consolidar una identidad. Es por esto que muchas veces prefieren agruparse para sentirse seguros de que se parecen a otros y vemos que se visten y adornan y hablan con rasgos específicos que los unifican. Pero como adultos tenemos que revisar esos estereotipos que pretendemos naturales y que en verdad son una construcción posible y no la única. Por ejemplo: solemos esperar que tengan novia o novio a determinada edad, y luego esperamos que tengan hijos. Vamos tratando de imponer, de manera sutil o más directa, desde las preferencias laborales, la vestimenta hasta los deportes que practican, separando lo masculino de lo femenino como si esta diferencia fuera ajena a lo cultural.
Siempre que nos manejemos con rigidez al respecto de estas cuestiones, estaremos atropellando la subjetividad de aquellos que nos consideran importantes en sus vidas. Trabajar para reconocer y superar nuestros prejuicios es un ejercicio permanente.
El espacio terapéutico siempre es útil para estos fines. ©
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