Como salida de un cuento, Brujas posee un encanto medieval que atare al viajero, ansioso por descubrir su arquitectura y navegar sus canales de aguas encantadas.

Ubicada al noroeste de Bélgica, la ciudad de Brujas parece detenida en el tiempo. Su casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el 2000, es uno de los grandes atractivos de esta localidad donde la magia se hace presente y las leyendas cobran vida.
Brujas también es reconocida debido a su red de canales, por la que muchas veces se la compara con la ciudad italiana de Venecia. Aunque originalmente los canales tuvieron una función mercantil y la convirtieron en un importante centro comercial de Europa, hoy en día tienen un uso turístico.
El viajero llega a esta ciudad encantada, situada a 90 kilómetros de la capital del país, Bruselas, y se dispone a disfrutar de la perspectiva que le ofrecen los canales. Es un paseo distinto que le acerca vistas únicas: un cisne que lo observa desde el patio de una casa, la increíble vegetación que se asoma desde los márgenes e incluso los deslumbrantes puentes que lo transportan hacia otra época.
El Lago del amor es uno de los sitios más bellos de la ciudad. Aunque su fama está cimentada a base de leyendas sobre jóvenes enamorados, duendes y criaturas mágicas, la verdadera historia es menos romántica. En el siglo XII, producto de una gran tormenta, se formó canal natural que conectó Brujas con el Mar del Norte y permitió el acceso a rutas comerciales. Los habitantes de la ciudad supieron ver en él una importante fuente de ingresos. Por allí comercializaron su producción de encajes y recibieron otros bienes, como la lana importada desde Inglaterra.


De vuelta en tierra firme, es momento de deleitarse con la arquitectura del lugar. El viajero se dirige a la plaza “Grote Markt”, corazón de la ciudad, donde se celebran los eventos más importantes y todos los miércoles se monta un mercado. Este uso de la plaza como centro comercial no es nuevo, sino que comenzó en el siglo X. En aquella época se trataba del mercado más importante de la región. Con 83 metros de alto, Belfort, la torre más característica de Brujas, se alza como el mayor atractivo de la plaza y se consagra como la mejor vista de la ciudad. El viajero se anima a subir los 365 escalones que los separan de la base del edificio para admirar la belleza local desde las alturas.

Con 83 metros de altura, Belfort, la torre más característica de Brujas, se alza como el mayor atractivo de la plaza y se consagra como la mejor vista que se puede obtener de la ciudad.

A pesar de la fama de Belfort, el record se lo lleva la torre de la Iglesia de Nuestra Señora, que con 122 metros es la más alta de toda Bélgica. Frente al templo se encuentra el viejo Hospital San Juan, uno de los más antiguos de Europa. La construcción, que data de principios del siglo XII, se apoya sobre uno de los canales.
Uno de los aspectos más peculiares de esta institución es que no sólo abría sus puertas a pacientes, sino que también daba hospedaje a viajeros, transeúntes y peregrinos que estaban de paso por Brujas. Aunque desde 1978 el hospital perdió su función original, en el interior el viajero revive su esencia, pues allí funciona el Museo Memling, cuyo nombre se debe a las seis obras del pintor alemán Hans Memling que alberga. Sus salas ofrecen un recorrido por lo que era la vida en un hospital medieval y en una farmacia del siglo XVII, a través de la exposición de piezas relacionadas con el ejercicio de la medicina.
Otro de los edificios que dota a Brujas de su identidad es el ayuntamiento, una construcción de estilo gótico-francés cuya fachada data de finales del siglo XIV.


La ciudad de Brujas también es reconocida mundialmente debido a su red de canales, por la que muchas veces se la compara con la hermosa ciudad italiana de Venecia.

Al día siguiente, el viajero se aleja del centro histórico y visita el beaterio de Brujas, fundado en 1245 por Margarita de Constantinopla para albergar a las mujeres que habían sufrido la pérdida de algún familiar durante alguna guerra. Así se constituyó esta congregación laica de las mujeres, llamadas “beguinas”, cuya misión era ayudar a los más desfavorecidos de la ciudad, además de realizar labores artesanales para su subsistencia.
En la actualidad, el recinto es ocupado por monjas benedictinas pero está abierto a visitas e, incluso, puede ser utilizado como un centro de retiro.
Por la tarde, el viajero se dispone a vivir la cultura moderna de Brujas. Bélgica es reconocida por su producción de cerveza y este pequeño lugar no es la excepción dentro del país. En la cervecería Halve Mann, el viajero prueba la cerveza artesanal más famosa de la ciudad: la Brugse Zot, y degusta los platos típicos de esta zona.
Dotada de una belleza única y una historia antigua que se refleja en cada baldosa y cada ladrillo de sus antiguas construcciones, Brujas representa la Europa de la época medieval, convirtiéndola en una de las paradas obligatorias para los viajeros que deambulan por el continente. ©

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