Contraste. Esa es la palabra que mejor define esta esquina del microcentro porteño. El conjunto que forman el antiguo Convento de San Ramón Nonato y la Basílica de la Merced se oponen con una pasiva calma al avasallante ritmo de Bueno Aires.

Reconquista y Perón, pleno corazón de la city. El ruido ensordecedor se estrella contra un muro blanco, sencillo, sin más adorno que una sucesión de ventanas simétricamente dispuestas a los lados de una puerta de doble hoja. A la derecha de la puerta, el cartel menor publicitario de la zona reza simplemente: “Convento de San Ramón Nonato, Antigua Orden de la Merced”. Nada que invite a entrar, y sin embargo la gente entra…
Adentro, un gran patio con palmeras añosas, rodeado por una galería de arcos romanos, parece un escenario fuera de tiempo y lugar, como si en cualquier momento pudiera aparecer un fraile con hábito marrón impartiendo sus enseñanzas, o algún soldado inglés de 1806. En lugar de eso, hay señoras que pasean, oficinistas que charlan y mozos que apuran el paso sorteando a los visitantes. Porque hoy, los anejos muros de este convento alojan, entre sus arcadas, una pintoresca galería comercial en la que conviven anticuarios y negocios de objetos religiosos, bares y restaurantes que encontraron en esos claustros abandonados un ambiente especial.
La calma de la mañana se rompe cuando el campanario de la Basílica de la Merced hace tañer sus campanas llamando a misa de doce. Como si fuera un toque de atención, todos saben que en pocos minutos, el convento se llenará de gente. Son los que todos los mediodías buscan un remanso en medio del caos de la ciudad y entran al Convento a almorzar. Algunos en sus bares y restaurantes, y otros en los bancos dispuestos en el parque.


Su gran patio con palmeras añosas, rodeado por una galería de arcos romanos, parece un escenario fuera de tiempo y lugar, como si en cualquier momento pudiera aparecer algún soldado inglés de 1806.

El hombre tiene un inconfundible acento español. “A veces, tengo que andar retando a la gente. Los días de calor, algunos se tiran al césped a tomar sol…Y esto, al fin de cuentas, es un convento!”.
Lo fue, al menos, durante muchos años, en la época de la colonia.
El primer edificio del Convento Grande de San Ramón Nonato se remonta al 1600, cuando era un claustro anexo a la precaria Iglesia de la Merced, con la que integraba uno de los conjuntos religiosos más importantes de la ciudad. Originalmente, tenía dos pisos organizados alrededor de un patio, cerrado con galerías. Es probable que cuando el jesuita Juan Andrés Blanqui comenzó a construir la nueva iglesia, en 1721, haya iniciado simultáneamente la reconstrucción del convento, que ha llegado hasta nuestros días conservando la imagen propia de la arquitectura colonial.
Desde su finalización en 1779 hasta hoy, el convento ha sido parte y testigo de la historia argentina. Durante las Invasiones Inglesas el convento fue ocupado por las tropas defensoras de la ciudad, y en el transcurso de la guerra con el Brasil, fue cuartel y hospital de sangre.
Más tarde, el convento fue clausurado en 1823, por la Ley de Reforma Eclesiástica de Rivadavia y desde 1834 funcionó allí un Colegio de Huérfanas. Fue Sociedad de Beneficencia y en la época de Evita se convirtió en oficina de Acción Social. Durante un tiempo albergó a parte de la Universidad Católica Argentina y finalmente, fue devuelto a los Mercedarios en 1963.
Hoy, el antiguo convento aloja sólo a unos pocos curas y hospeda esporádicamente a los padres mercedarios que llegan del exterior. La planta baja y parte de la planta alta han sido restauradas, manteniendo el diseño y los materiales originales, para darle al claustro una nueva función social. Se instalaron negocios y locales gastronómicos en las celdas de la planta baja. En una de las alas de la planta alta se acondicionó un teatro y un salón de usos múltiples. En otra de las alas de la planta alta, funciona la tradicional biblioteca de los mercedarios y una serie de oficinas privadas. Lamentablemente, aún queda una parte de la planta alta abandonada, esperando a ser algún día restaurada. La tarea se dificulta porque casi todo lo que percibe la Orden por el usufructo comercial se destina a obra de beneficencia.
“Nosotros llegamos hasta aquí. En este paredón, empieza la Basílica, con la que no tenemos nada que ver”.
Del otro lado de ese muro el hombre nos señala, la Basílica de la Virgen de la Merced está impecable, fruto de una restauración reciente.



Muy lejos de aquella primera iglesia construida en paja y barro en 1604 y reconstruida a mediados de siglo, la basílica tiene hoy poco que ver con el convento vecino.
Durante muchos años, la Iglesia de la Merced y el Convento vecino era un solo conjunto. Tal es así, que cuenta la leyenda que durante las Invasiones Inglesas, Liniers dirigió la resistencia desde el mismísimo atrio del templo.
Años más tarde, Manuel Belgrano pondría bajo la advocación de la Virgen de la Merced al Ejército del Norte. Desde entonces, es la patrona y protectora del Ejército Argentino.
El los tiempos de Rivadavia, cuando los mercedarios abandonaron el país, la basílica pasó a manos del clero diocesano.

Hoy, el antiguo convento aloja sólo a unos pocos curas y hospeda esporádicamente a los padres mercedarios que llegan del exterior.

La actual basílica es el tercer templo levantado en ese lugar. La piedra fundamental se colocó en 1721, en 1733 se habilitó gran parte del templo, pero las obras concluyeron definitivamente en 1779. El interior, de estilo barroco colonial se mantiene intacto, pero su fachada actual fue realizada por el arquitecto Buschiazzo, en 1905. Fue declarada monumento histórico en 1942, lo cual no impidió que sufriera algunos destrozos durante los incendios contra la Curia de 1955.
Hoy, la Merced es la parroquia de la catedral y custodia sus libros sacramentales. Estos libros guardan el registro de los matrimonios y bautismos realizados en ella desde los primeros tiempos. Con excepción de algunos tomos destruidos en los incendios del 55, subsisten 28 tomos de bautismos de españoles que comienzan en 1635, 15 tomos de bautismos de gente de color, desde 1645, 20 tomos de matrimonios de españoles desde 1656, 7 tomos de matrimonios de color, desde 1703, 5 tomos de defunciones de españoles desde 1785 y 3 tomos de defunciones de otras etnias desde 1804. En algunos de esos libros debe figurar, por ejemplo, el acta de casamiento de Don José de San Martín con Remedios de Escalada.
La restauración comenzó por su fachada, y continuó con la cúpula,que volvió a lucir sus colores originales.

Orden de la Merced

Se dice que el 1 de agosto de 1218, fiesta de San Pedro ad Víncula, el santo fundador Pedro Nolasco tuvo una visita de la Santísima Virgen, dándose a conocer como La Merced, que lo exhortaba a fundar una Orden religiosa con el fin principal de redimir a aquellos cristianos cautivos. En ese momento, la península ibérica estaba dominada por los musulmanes, y los piratas sarracenos asolaban las costas del Mediterráneo, haciendo miles de cautivos a quienes llevaban al norte de África. Fue así que Pedro Nolasco impulsó la creación de la “Celeste, Real y Militar Orden de la Merced para la Redención de Cautivos”©

La actual basílica es el tercer templo levantado en ese lugar. La piedra fundamental se colocó en 1721, en 1733 se habilitó gran parte del templo, pero las obras concluyeron definitivamente en 1779.

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