El Palacio Pereda es una antigua mansión localizada en el comienzo de la Avenida Alvear. Construida para el matrimonio de Celedonio Tomás Pereda y María Justina Girado, es actualmente la residencia del Embajador del Brasil en Buenos Aires.

El Palacio Pereda conocido por ser actualmente la residencia del Embajador de Brasil en Buenos Aires, fue construido en el siglo XX como mansión por el médico Celedonio Tomás Pereda y su esposa María Justina Girado. Ubicado sobre la calle Arroyo 1130 su fachada francesa despierta admiración para todo aquel que pase por sus puertas.
Cuándo Celedonio Pereda empieza a plantearse la idea de construir su Palacio se formó una imagen en su mente: el Museo Jacquemart André de París, lo que llevo al resultado que podemos disfrutar de su fachada actualmente como un imponente chateau francés.
Para realizar su idea Pereda contrato al arquitecto francés Louis Martin que era egresado de la Escuela de Bellas Artes de París y ya había realizado varias residencias prestigiosas en Buenos Aires. Es a Martin a quién Pereda le explica que quiere una copia exacta del Museo Jacquemart André pero no sólo por fuera, además quería que traspasará a sus interiores e incluso a los jardines.


La construcción comenzó en 1919 pero no paso mucho tiempo que Pereda comenzó a tener diferencias con el arquitecto que había contratado. Era tal la obstinación del dueño del Palacio en que ambos edificios se parecieran que tuvo discusiones con Martin sobre las escaleras del interior: mientras que Pereda quería que fueran exactamente iguales a las del museo, su arquitecto insistía en que por cuestiones de espacio eso no iba a ser posible. Finalmente Pereda decidió prescindir de Louis Martin y contratar a Julio Dormal en 1920 para que siguiera la obra y la finalizará.
El arquitecto belga Julio Dormal era conocido en esa época por ser socio fundador de la Sociedad Central de Arquitectos del país, había sido el segundo director en la obra del Palacio del Congreso y además se había encargado de terminar otra obra icónica: el Teatro Colón. Bajo su dirección la obra concluirá finalmente en 1936 con todos los lujos que a los Pereda se les ocurrió como los cielorrasos que están decorados con pinturas del catalán José M. Sert que trajeron desde Europa.


Sueño de un hombre, fantasía de otro

En 1938 el embajador de Brasil Joao Baptista Lusardo se enamora perdidamente de los lujos y la belleza del Palacio, y a través de su país deciden comprar la mansión. Brasil le ofrece a los Pereda 4 mil toneladas de hierro en barra y un edificio en la Av. Callao al 1500. Finalmente en 1944 la familia acepta y realizada la transacción se mudan con sus pertenencias más importantes al edificio sobre la Callao dejando el Palacio Pereda en manos del embajador brasilero.
El amor que el embajador sentía por esta propiedad era de tal magnitud que siempre intento mantener y recuperar todo el patrimonio relacionado con el Palacio: no sólo el revestimiento de las paredes de nogal, oro y mármoles sino, además han conservado las alfombras, sillones, mesas y sillas originales traídos de Francia en perfecto estado.
El lujo de esta propiedad nos lleva directamente hacia el siglo XX con sus pisos de roble de Eslavonia, arañas de cristal de Baccarat, pinturas originales de Juan Carlos Castagnino, Julio Vila y Prades e incluso una de Jacob Jordaens de 1650.

El Palacio embajada

Nunca fue la idea original que este edificio albergara las oficinas de la Embajada, pero si tuvo esta función desde 1944 hasta 1989 cuando se terminó la construcción del edificio sobre Cerrito proyectado por Olavo Redig de Campos. Este proyecto de arquitectura modernista fue pensado exclusivamente para alojar las oficinas diplomáticas de nuestro país vecino, para que también, finalmente desde 1989 el Palacio Pereda funcione exclusivamente como residencia del Embajador de Brasil en Buenos Aires, y como escenario de recepciones, cenas y presentaciones culturales. Es por esto que el 7 de septiembre, fecha nacional de Brasil se festeja en el Palacio Pereda.


El edificio tiene 4 plantas, en la última se ubican las habitaciones privadas del embajador brasileño por lo que el acceso a esta es restringido. Al entrar al Palacio se accede a un vestíbulo con hall de entrada, detrás de este se encuentra el jardín (siempre arreglado y sencillo) con un sendero de piedras y una pileta que es puramente decorativa ya que pertenece a otro siglo. La increíble escalera por la que Pereda peleó se levanta magnifica e iluminada debido a los ventanales estratégicamente acomodados.
En la primera planta encontramos el salón dorado, con un increíble cielorraso de Sert cuenta su historia particular (al igual que cada uno de los colocados en los distintos ambientes). La sala de música, la biblioteca, cada habitación nos introduce un poco más al lujo y comodidad propios de una época anterior.
Al caminar por el Palacio se puede comprender como despertó este conjunto de paredes y materiales el amor de un embajador, el romanticismo y calidez del lugar que nos transporta instantáneamente hacia otro lugar. La celosía por conservar con rigurosidad el esplendor de esta construcción fue heredado por cada embajador que residió en este lugar y esta rigurosidad se ve en los constantes esfuerzos de mantenimiento que el Palacio Pereda es sometido, destacándose en los años más recientes las obras de refacción de las fachadas, trayendo un poco de la Buenos Aires del siglo XX a la actualidad. ©

TXT I Fotos: GEM


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