El Palacio de las Aguas Corrientes es uno de los edificios más reconocidos y bellos de la ciudad de Buenos Aires, aunque pocos saben su verdadera finalidad y muchos menos son los que conocen como es por dentro.
Ubicado en Riobamba 750 en Capital Federal, el Palacio de las Aguas Corrientes fue elaborado por el ingeniero sueco Carlos A. B. Nystromer, el arquitecto noruego Olaf Boye y la empresa británica Bateman, Parsons and Bateman. Es una de las construcciones más originales dentro de la Ciudad pero pocos ciudadanos conocen su finalidad principal: servir de contenedor a 12 tanques metálicos capaces de albergar 72.000 toneladas de agua potable.
¿Por qué un Palacio?
Corría el año 1872. La ciudad de Buenos Aires se abastecía con agua que se sacaba del Rio de La Plata para ser filtrada en Recoleta dónde estaba el edificio de máquina que se encargaba de esta tarea. Este edificio hoy es conocido como el Museo de Bellas Artes. Pero hacia fines de la década del 70 este depositó se había vuelto insuficiente frente al crecimiento que la ciudad estaba teniendo. En 1884 se decide construir este gran depositó en el barrio más elevado de la ciudad pensando en su efectividad para redistribuir el agua, y además, se considera que, debido a la ubicación que iba a tener este edificio, debía ser vistoso por fuera.
Con ansias de dejar las enfermedades y las pestes que traía el uso de aljibe, el gobierno decide asignar al proyecto casi el 50% de los fondos destinados a obras de saneamiento. Una vez encargada la obra al ingeniero sueco Carlos A. B. Nystromer, el arquitecto noruego Olaf Boye y la empresa británica Bateman, Parsons and Bateman este grupo se puso a diseñar la idea de lo que se convertiría en el Palacio de las Aguas Corrientes.
El significado del agua potable en esos años llevó a este grupo a plantear en la ciudad de Buenos Aires un monumento al agua pública, algo que tal vez hoy nos parezca extraño, pero en ese momento tener agua potable era sinónimo de modernidad, civilización y progreso. Argentina fue la primera ciudad en América en tener una planta de filtrado para cortar las epidemias en 1869, la que estaba ubicada en Recoleta. De un año al otro los resultados fueron inmediatos. Este Palacio traería no solo prestigio al país sino además mejores condiciones para el ciudadano, porque los países que tenían agua pura en ese momento podían combatir las epidemias de fiebre amarilla y cólera.
La construcción
Para que realmente el edificio se viera como un palacio se eligió hacerlo en estilo «renacimiento francés». Si bien la idea original era usar mármoles y granitos provenientes de las distintas provincias argentinas esta idea tuvo que ser desechada debido a cuestiones presupuestarias. Finalmente se decidió utilizar piezas de terracota que serían provistas por las fábricas Royal Doulton & Co. de Londres y Burmantofts Company de Leeds. Los planos se hicieron casi en forma de rompecabezas: a cada pieza de terracota se le asignaba un número y una letra para saber exactamente qué posición tenía en el edificio. Las piezas venían en barco con su respectiva coordenada y era ensamblada en el edificio correspondiendo con los planos. Fueron confeccionadas, además, piezas de repuesto por cualquier eventualidad que nunca fueron necesarias, pero el ensamblado del edificio fue tan perfecto, que la única función de las piezas de repuesto fue exponerlas en el museo que se encuentra dentro del Palacio.
Este edificio típico del alto victoriano inglés fue pensado para llamar la atención, para salir de lo medio, para que la gente se diera vuelta y lo mire. Eso se cumplió desde el primer día. Cuando se inauguró a los miembros de la sociedad de arquitectura no les gustó. Es un edificio que no hizo escuela en Buenos Aires, no hay otro edifico como este. No sólo eso, sino que además es único en el mundo.
Lamentablemente este edificio quedó en desuso rápidamente por un fenómeno que lo dejó obsoleto: la electricidad. El Palacio siguió funcionando como oficinas de Saneamiento. En 2015 Aysa ejecutó la primera etapa del Plan de Recuperación Progresiva del edificio para restaurar sus torres, cresterías y pizarras que logró que luciera como en 1894.
Mitos y leyendas
Una leyenda dice que el cadáver de Eva Perón estuvo dentro del Palacio de las Aguas durante su secuestro, pero esta versión nunca pudo ser confirmada por los especialistas. Hubo gente de la BBC dentro de los tanques intentando confirmarla, pero nunca pudo ser comprobado.
Un mito que pudo ser confirmado es un crimen dentro del Palacio de las Aguas: a fines del siglo XIX en la rivera de San Isidro desaparece una chica. Esta muchacha de alta alcurnia desapareció durante un paseo con sus hermanas y tras una intensa búsqueda deciden que seguramente la chica se ahogó, ya que les es imposible encontrarla. Años después, dentro del Palacio de las Aguas se tira abajo una pared para hacer oficinas y se encuentran con el cadáver de esta chica, con el mismo vestido que tenía cuando fue raptada. Tomas Eloy Martínez tomó esta historia e hizo de ella un increíble relato en el cual el secuestrador se llevaba a la chica por los túneles subterráneos de Buenos Aires, cosa que debido a la longitud de los mismos es físicamente imposible. La versión que prevalece sobre este crimen es que, probablemente, el autor del mismo fue alguien que trabajaba dentro del edificio y por ello, tenía acceso al Palacio.
Lo que el Palacio nos dejo
Hoy en día dentro del Palacio de las Aguas Corrientes funcionan oficinas de Aguas y Saneamientos, un Museo del Agua y de la Historia Sanitaria, un archivo histórico y una biblioteca. En el recorrido del museo no solo se pueden ver las piezas de terracota que se enviaron de repuesto, sino además todo aquello relacionado con el trabajo que hizo la primera oficina de saneamiento que estuvo dentro del Palacio: por ejemplo muchos inodoros de distintas formas y estéticas. Cien años atrás quién creaba un nuevo modelo tenía que registrarlo en obras sanitarias para luego poder comercializarlo, el modelo que presentaba se quedaba en la oficina. Hoy en día todos esos inodoros que fueron presentados son parte de la colección del museo, como también distintos modelos de canillas y piezas de instalaciones antiguas. Pero definitivamente su mayor atractivo es cuando uno llega, finalmente, a contemplar los monstruos de hierro que solían contener el abastecimiento de agua de toda la ciudad.
Un Palacio por fuera, una catedral de hierro por dentro, es una visita obligada dentro de los monumentos nacionales y para eso el museo brinda visitas abiertas al público de 9 a 13 y de 14 a 16 hs (últimos ingresos sugeridos: 12.45 y 15.45 hs).©
TXT I Fotos: GEM