Argentina, y el mundo, viven un panorama preocupante. Una investigación reciente concluyó que un alto porcentaje de los jóvenes sufre ansiedad por el uso de redes, experimentan agotamiento emocional y presenta dificultades para concentrarse.

En la Argentina actual, los jóvenes —especialmente aquellos entre 16 y 35 años— viven inmersos en una realidad digital intensa. Plataformas como Instagram, TikTok, Facebook y YouTube forman parte de su rutina diaria, ofreciendo entretenimiento, información y conexión social. Sin embargo, el uso excesivo de estas herramientas también plantea riesgos cada vez más evidentes para la salud mental.
Diversos estudios recientes revelan un panorama preocupante. Una investigación de mayo de 2025, titulada Amor tóxico y basada en encuestas a 730 jóvenes de entre 18 y 35 años, concluyó que un 31 % sufre ansiedad por el uso de redes, un 20 % experimenta agotamiento emocional y otro 20 % presenta dificultades para concentrarse. Otro informe de Voices, de 2024, señala que el 46 % de los adolescentes entre 16 y 24 años se siente abrumado por las redes, mientras que el 72 % califica su nivel de estrés como “malo”. A nivel global, el estudio El estado mental del mundo en 2024 indica que el 41 % de los jóvenes argentinos de entre 18 y 34 años se encuentra en un estado de “angustia o lucha” según el Cociente de Salud Mental (MHQ), muy por debajo de los puntajes obtenidos por personas mayores de 55 años. A esto se suma la advertencia de la fundación KidsRights, que en junio de 2025 alertó sobre una crisis de salud mental adolescente vinculada al uso problemático de redes sociales, con datos alarmantes sobre intentos de suicidio y malestar generalizado.

El consumo es masivo

Entre los jóvenes de 18 a 35 años, Instagram concentra un 68 % de usuarios, seguida por Facebook (59 %), YouTube (47 %), TikTok (40 %) y X (24 %). TikTok, en particular, lidera en tiempo por visita, con un promedio cercano a los 18 minutos. Esta exposición prolongada genera consecuencias que van desde ansiedad, baja autoestima y trastornos del sueño, hasta un agotamiento emocional que algunos especialistas ya describen como “burnout digital”. También crece el fenómeno de la “podredumbre cerebral” o brain rot, asociado al deterioro cognitivo por consumo excesivo de contenido breve y superficial, que afecta la atención, la memoria y el pensamiento crítico.


Las redes, además, refuerzan estándares de belleza inalcanzables, especialmente en Instagram, lo que provoca ansiedad estética en muchas jóvenes. Incluso TikTok, percibido como más “natural”, opera bajo lógicas visuales cuidadosamente construidas. La presión por mostrarse perfectos, la búsqueda constante de aprobación a través de “me gusta” y la comparación con otros se han convertido en detonantes habituales del malestar. En casos más graves, el consumo intensivo deriva en dependencia psicológica, conocida como nomofobia, que puede afectar la vida académica y profesional al forzar una conexión constante.
Factores estructurales como la cultura de la inmediatez, el consumo breve y fragmentado de información y la presión social digital agravan este cuadro. A nivel institucional, la respuesta es insuficiente: apenas el 0,4 % del presupuesto sanitario se destina a la salud mental adolescente, muy lejos del 10 % establecido por ley. La falta de especialistas, sobre todo psiquiatras infantojuveniles, y la concentración de los servicios en grandes ciudades acentúan las desigualdades. También preocupa el “autoetiquetamiento”: adolescentes que se autodiagnostican como depresivos o ansiosos a partir de información viral, sin evaluación clínica.
Las experiencias personales confirman este panorama. Una joven entrevistada en el estudio Amor tóxico definió su vínculo con las redes como “adictivo… es amor y odio”. La cantante María Becerra, por su parte, confesó haber dejado de usarlas porque “estaba sufriendo” a raíz de los ataques sobre su cuerpo, un ejemplo claro del impacto del ciberacoso en la salud mental.


Programas para desconectar

No obstante, existen iniciativas que buscan revertir la situación. La campaña Desconectar para conectar, impulsada por la Defensoría del Pueblo bonaerense, promueve hábitos digitales más saludables. El programa educativo Zoom a tus derechos, de Chicos.net y Save the Children, propone experiencias de desconexión de 24 horas para que los adolescentes reflexionen sobre su relación con la tecnología. Desde el Ministerio de Justicia, el proyecto Con Vos en la Web brinda orientación a jóvenes y docentes sobre el uso responsable de internet y la protección de datos. A nivel individual, expertos recomiendan limitar el tiempo de pantalla, incorporar rutinas offline, practicar meditación o actividad física y, sobre todo, reforzar la presencia de adultos que escuchen de forma activa.
El vínculo entre jóvenes y redes sociales en Argentina es más que un fenómeno tecnológico: es un hecho social que exige atención urgente. Los datos muestran altos niveles de ansiedad, presión estética, adicción, deterioro cognitivo y falta de contención profesional. Sin embargo, las campañas educativas, las voces que denuncian el problema y las experiencias de desconexión son señales de esperanza. El gran desafío es fortalecer redes de contención reales —familia, escuela, comunidad— y repensar el rol de lo digital en la construcción de la identidad juvenil. En este escenario, el compromiso de la comunidad adulta es clave: escuchar, acompañar y promover un uso consciente de la tecnología puede marcar la diferencia. ©

TXT I Fotos: Prensa


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