En el corazón de Buenos Aires, dentro del Casco histórico, se mantiene estoico un edificio testigo de la vida porteña: el Casal de Catalunya, es desde hace más de 100 años lugar de reunión para la comunidad catalana.

El origen de la comunidad catalana en Buenos Aires se remonta a los tiempos coloniales del Río de la Plata. Ya en la época de las invasiones inglesas, hubo un capitán Sentenach junto al Tercio de Miñones catalanes que colaboraron con los porteños para expulsar a los ingleses y se lo recuerda porque como era ingeniero militar dinamitó los cuarteles del General inglés Beresford. Incluso dos de los integrantes de la Primera Junta de Gobierno: Domenech (Domingo) Matheu y Joan (Juan) Larrea eran ambos catalanes.
A pesar de la presencia catalana desde los primeros tiempos de la vida nacional, la “Casa grande” – eso significa “Casal”– recién tuvo fecha de nacimiento el 12 de Junio de 1886 y lo hizo bajo el nombre de “Centro Catalán de Buenos Aires”, como resultado de la inquietud de un grupo de representantes de la colectividad que deseaban tener una sede en la ciudad que fuera cobijo de su cultura y lugar de encuentro para la comunidad a un océano de distancia de su tierra natal.
Los primeros ladrillos se colocaron tres años después, en 1889, cuando el matrimonio formado por Lluis Castells y Elisa Uriburu, miembros de la comunidad, compraron el terreno, costearon la construcción del edificio y, posteriormente, lo donaron al Reino de España para que decidiera su destino. Fue en ese momento que el Gobierno español ubicó a las oficinas consulares y a la Cámara de Comercio, en su planta alta; y al Centro Catalán y a la Asociación Catalana de Socorros Mutuos Montepío de Montserrat (creada en el año 1857), en su planta baja.


Al compás del funcionamiento cotidiano se fueron terminando los últimos retoques edilicios hasta dar por último con una fachada de estilo italianizante que combinaba motivos renacentistas con formas introducidas por albañiles italianos.

Las sucesivas modificaciones dan como resultado un edificio con un estilo ecléctico, una mezcla de estilos con un resultado muy interesante.

El auge de las actividades hizo imperar la necesidad de ampliar la casa pero ese sueño se podrá concretar recién en el año 1909 cuando, nuevamente el matrimonio Castells, financie y done la compra del terreno lindero. Como metáfora de la comunión de colectividades, la nueva obra estuvo a cargo de dos arquitectos: uno argentino, Julián García Nuñez, y el otro de origen catalán, Eugeni Campllonch. Ambos tuvieron la misión de dar forma y estilo a la idea originaria del Centro de construir un edificio de dos plantas con una terraza al frente que se anexara al original. Se realizaron también en ese momento varios de los espacios que hoy se pueden visitar como son: la biblioteca, las cocinas, la escalera de honor, el restaurant y el patio posterior que comunica los camarines de la sala de teatro Margarida Xirgu, un imponente espacio de arte que cuenta con 600 localidades y es orgullo de la casa. Lleva su nombre en honor a la actriz catalana que se destacó por su talento en la escena española y catalana pero también se ganó su lugar en el corazón rioplatense cuando llegó a estas tierras a mediados de la década del `30.
En cada reforma que el Casal fue transitando, ya sea en 1910 o 1929, se modificó la fachada con el estilo que era el que estaba en boga en Barcelona o en Catalunya en ese momento. Esas sucesivas modificaciones dan como resultado un edificio con un estilo ecléctico, o sea, una mezcla de estilos pasados, que tiene su interés en esa característica, ya que han sabido con mucha idoneidad juntar todos esos estilos y tener un resultado muy interesante. El estilo neogótico de la fachada es el que se mantiene hasta nuestros días y el que se puede apreciar actualmente en el frente del Casal reluciendo todo su atractivo de origen, ya que en el año 2005 fue restaurado minuciosamente a manos de los arquitectos Ojeda y Mosquera.

Dos de los espacios que componen la planta baja del elegante edificio roban las miradas por su belleza propia. Ellos son la nombrada Sala Margarida Xirgu y la Bilioteca “Pompeu Fabra”.
Hacia uno de los costados del “Hall de las Banderas” -llamado así por exhibir las banderas de Argentina, Catalunya y de la Comunidad Europea se encuentra la llamativa puerta de la Biblioteca centenaria. Este espacio, que aún hoy mantiene su diseño original, funcionó junto al Casal desde el comienzo de su labor. En la actualidad, cuenta con un total de 14.000 volúmenes, un sector de hemeroteca, que conserva revistas catalanas que se editaron en Buenos Aires; y otros sectores de videoteca y audio.
El Salón Blanco es el espacio que hace las veces de Foyer de la Sala Teatro y es, a través de este reducto que se unificó a los dos edificios durante la reforma realizada en 1910. En la parte central del techo del Salón -que debe su nombre a su color original- se encuentra unos de los dos exquisitos vitrales que posee la Casa. El otro, una magnífica cúpula vitral de forma elíptica que se encuentra sobre la Escalera de Honor que comunica las plantas superior e inferior. Ambos fueron restaurados por el vitralista Félix Bunge entre los años 2007 y 2008.
Completan la planta baja del Casal, el “Hall de los Presidentes” que cuenta con los retratos de los presidentes de los gobiernos autónomos catalanes.
El edificio del Casal y su gente, han sabido constituirse como emblema de la cultura catalana en la Ciudad a través del tiempo. Geográficamente lejos de su tierra pero sentimentalmente unidos a ella, los catalanes/argentinos y sus descendientes convirtieron, a fuerza de empeño y dedicación, a este espacio en un núcleo de comunión y colaboración para todo aquel que comparta con ellos el amor por sus raíces.©

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