Dolor físico que alivia el dolor psíquico

¿Qué hacer cuando descubrimos la existencia de lesiones auto infringidas en el cuerpo de uno miembro adolescente de nuestro entorno?

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Es frecuente para mí recibir en consulta psicológica a jóvenes adolescentes, alguna vez también a algún adulto joven, que es traído por un familiar próximo. La causa: alguien del entorno, familiar o escolar ha descubierto y denunciado la existencia de lesiones auto infringidas en el adolescente.
Es frecuente para mí recibir en consulta psicológica a jóvenes adolescentes, alguna vez también a algún adulto joven, que es traído por un familiar próximo. La causa: alguien del entorno, familiar o escolar ha descubierto y denunciado la existencia de lesiones auto infringidas en el adolescente. Pueden ser superficiales, en las muñecas o antebrazos, con objetos cortantes como tijeras, pellizcos, arañazos o clavarse las uñas. También pueden cortarse detrás del hueco de la pierna, los muslos o tobillos. Son lugares que pueden ocultarse sin mucha dificultad.
En los casos que he conocido y a los que hago referencia (porque hay otros grupos de personas que hacen cosas similares pero más graves) puedo hacer una lista de situaciones que se repiten:
– Son jóvenes (entre 12 y 18 años).
– Desean conservar esta actividad de autolesión en secreto.
– No hay un entorno muy atento a la vida diaria y emocional de la o el adolescente.
– Suelen tener un buen nivel intelectual y altas exigencias del entorno internalizadas en si mismos.
– No tienen buena comunicación familiar.
– Se sienten incomprendidos y muy solos. Predomina el alistamiento intrafamiliar.
– Puede estar sucediendo una situación de crisis entre los padres, que se lleva la atención que no puede dedicar a la o el adolescente.

Una explicación que dá cuenta de estas costumbres es la siguiente: nuestro paciente sufre grandes tensiones psíquicas, anímicamente se siente mortificado, desorientado, contrariado, herido, insatisfecho. Sin lugar a dudas siente una angustia desesperada y peligrosa, ante tal situación desesperante que en vez de pedir ayuda, siente que su entorno no posee los recursos para asistirlo, no confía en la fortaleza, en el amor, en la capacidad del entorno para hablar y tratar de entender lo que le pasa. Es aquí, que se corta, se araña, se pega. Hace lo necesario para sufrir un intenso dolor físico, agudo, que lo distraiga, que lo calme del terrible y mortificante dolor psíquico.
Pueden pasar años con esta conducta que intenta sacarlo de la desesperación psíquica: no pasa a la palabra, no puede decirle a otro lo que lo angustia. Por lo tanto, si no puede comunicar lo que sufre, padece solo con esa carga y está lejos de liberarse del padecimiento elaborando una solución o buscando una explicación.


Ejemplo de caso clínico

Mora se ha criado en un espacio familiar de poca comunicación, poco afecto y poca valoración por la persona de la niña. Queda sola muchas horas, metida en el celular, donde consigue distraerse de su tristeza y de la falta de estímulos positivos de su entorno. Su madre es ama de casa, tarea que la frustra y detesta, y su padre trabaja todo el día en una institución: si bien es más sensible y cariñoso, está ajeno a lo que vive su hija. El matrimonio padece constante crisis. Mora no construye vínculos próximos de comprensión y de intercambio fluido, le cuesta hacerse entender y apreciar por su entorno escolar, y la familia tampoco visualiza esta dificultad y el aislamiento constante de la niña. A pesar de esta desconexión emocional, sus padres tienen fuertes exigencia en su desempeño escolar, y sin dar mucho aliento, ni soporte para lo que necesite, tienen frases devaluativas cuando Mora no alcanza notas elevadas.
Bien, en este contexto, en el colegio descubren lesiones en los antebrazos de Mora, por lo que exigen como condición de continuar la escolaridad, que se hagan cargo de psicoterapia, en principio para la niña (ya de 12). Es aquí que conozco a Mora, una adolescente callada y triste en apariencia, pero que a medida que avanza el análisis revela aguda inteligencia, profunda soledad, y mucho enojo con su entorno familiar. No habla sus vivencias con sus padres, sus miedos, sus angustias ni sus deseos. Puntualmente se lastima los brazos, cuando su madre la reta por algo que ella considera injusto. Esta situación le genera tanta tensión, tanto odio mortal dirigido a la madre, que para no mostrar esos afectos en el entorno que ella siente tan contradictorio, arbitrario e injusto, se va a su cuarto y se lastima. Es aquí cuando siente alivio. Sale de una escena (el enfrentamiento familiar) que considera peor que su propio daño físico , o sea, cortarse con un objeto filoso, brazos y piernas.
Obviamente que después de un tiempo de trabajo en psicoterapia, donde Mora comienza a confiar en mí, a hablar de sus gustos, y a poder hablar de sus odios y frustraciones, deja de lastimarse. Comienza a poner en palabra y ya no en acto de autopunición. La historia sigue, pero dejamos aquí hoy.
Espero que la nota, ilumine alguna situación que pueda ser atendida a tiempo. ©

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