Región de cuevas mágicas, Capadocia surgió hace millones de años a partir de erupciones volcánicas y fue modelada por la acción de naturaleza y del hombre. El viajero llega a la “Tierra de los caballos bellos” para vislumbrar su particular arquitectura desde el aire y sumergirse en sus míticas ciudades subterráneas.

Capadocia es tierra de magia y leyendas. Basta con mirar su atractiva geografía para saber que algo guarda en el corazón de sus montañas, a la espera de ser descubierto. Según una antigua leyenda, hace miles de años los hombres y las hadas convivían en el corazón de Anatolia. Un día, uno de estos seres mágicos se enamoró de un mortal. Al enterarse de ese amor prohibido, la reina de las hadas se enfadó y convirtió a todas sus súbditas en palomas. Las aves quedaron confinadas en las “chimeneas de hadas” y los hombres fueron condenados a cuidar de ellas. Hoy en día, los habitantes de la región continúan cuidando de las palomas, como tributo hacia las míticas hadas.

Una experiencia magica

Antes del amanecer, el viajero parte rumbo a Capadocia. La región, cuyo nombre significa “Tierra de los caballos bellos”, está formada por un triángulo que componen las poblaciones de Neveshir, Avanos y Urgüp. Desde tiempos inmemorables, el viento y la lluvia modelaron las rocas originadas a partir de las erupciones de tres volcanes –Monte Erciyes (3917 m), Monte Hasan (3.263 m) y Monte Melendiz (2.963 m)-, dando lugar a magníficas formaciones cónicas. Allí se dirige el viajero para realizar un paseo en globo aerostático.

A lo largo de tiempo, distintas civilizaciones -hititas, persas, frigios y lidios, romanos y selyúcidas, armenios y griegos- excavaron para edificar sus ciudades en el corazón de las montañas.

En el sitio de despegue lo reciben con un ligero desayuno, que comparte con viajeros que llegan desde distintos puntos cardinales para sobrevolar la región al amanecer. Mientras preparan los globos aerostáticos, parte personal les explica las reglas básicas y las medidas de seguridad para el vuelo.
La aventura comienza al momento de subir al canasto. Con la cámara en mano, el viajero se prepara para el despegue, que con un movimiento suave que lo separa del suelo. Desde el aire recibe la salida del sol, que baña los valles y las formaciones rocosas de Capadocia. La sensación es maravillosa y la vista no alcanza para semejante espectáculo. Cientos de coloridos globos quedan suspendidos sobre esa tierra de fantasía.
Luego de una hora de vuelo, los globos descienden y todos brindan con champán para celebrar la exitosa experiencia. Con su certificado de vuelo en mano, el viajero tiene todo el día por delante para explorar la región.

 


Entre valles y monasterios

Durante el resto de la mañana, el viajero recorre a caballo los valles más bellos de Capadocia – Espadas, Valle Meskendir, Valle de las Rosas y Valle de amor, atraviesa los viñedos locales y las colinas de piedra volcánica.
A lo largo de tiempo, distintas civilizaciones -hititas, persas, frigios y lidios, romanos y selyúcidas, armenios y griegos- excavaron para edificar sus ciudades en el corazón de las montañas, donde dejaron huellas de su paso.
Por la tarde, el viajero recorre el Museo al Aire Libre de Goreme, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1984. Este complejo monástico está compuesto por distintos monasterios con sus propias iglesias, cuyos hermosos frescos aún conservan los colores originales. El arte y la belleza mística se hacen presentes a lo largo de todo el recorrido.

Valle de Ihlara

Ubicado en las inmediaciones de Monte Hasan y Monte Melendiz, el Valle de Ihlara es un cañón de unos cien metros de profundidad, por lo que se lo considera el valle más profundo de Anatolia. El trayecto, que comienza en el pueblo de Ihlara y termina en el pueblo de Selime Selim, abarca unos 14 kilómetros de largo, en los que se suceden unas 26 curvas.
Cuatro entradas vigilan el Valle, el cual se cree que fue habitado por unas 80 mil personas. Muchas iglesias rupestres se encuentran distribuidas en él, destacándose las siguientes: Kokar Kilise, Purenli Seki Kilisesi y Agacalti Kilise.
El Valle ofrece un tranquilo y agradable recorrido a través de viñedos, álamos y árboles de pistacho, siempre acompañado por el rumor de agua que genera el Rio de Melendiz.


En las entrañas de la tierra

Al día siguiente, el viajero visita las dos ciudades subterráneas más famosas de Capadocia, Kaymakli y Derinkuyu. La primera se caracteriza por ser la más ancha, mientras que la segunda se destaca por ser la más profunda. Ideadas para albergar personas, animales domésticos y alimentos por largos períodos de tiempo, las construcciones se completan con pozos, chimeneas de ventilación, nichos para lámparas de aceite y puertas de piedra diseñadas para bloquear de forma rápida los corredores en caso de un ataque.
Abierta a los visitantes en 1964, la ciudad subterránea Kaymakli ofrece un recorrido a través de sus túneles en pendiente, bajos y estrechos, comúnmente utilizados como bodegas, almacenes y establos. Si bien la ciudad cuenta con ocho plantas subterráneas, el viajero sólo puede recorrer las primeras cuatro, pues son las únicas que se encuentran abiertas al público.

Luego de un breve refrigerio, la ciudad subterránea de Derinkuyu lo recibe con sus 85 metros de profundidad, donde se suceden establos, bodegas, almacenes, comedores e iglesias, destacándose una gran sala con un techo de bóveda de cañón que funcionaba como una escuela de misioneros. El viajero camina entre paredes estrechas y recorre habitaciones construidas para servir de refugio ante un eventual ataque enemigo. Abierta al público en 1965, la ciudad subterránea de Derinkuyu tampoco se encuentra totalmente habilitada para el turismo.
De vuelta en la superficie, el viajero vislumbra el ocaso de otro día y se aleja de Capadocia hacia su próximo destino. ©

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